PINTURAS DE
Victor Chab
El
vacío era descomunal, nada donde agarrarse. Ninguna base solida, ningún reclamo,
ni un solo argumento donde asirse; el vacío era inmenso, comparable solo al
lleno en el que había vivido hasta caer en ese precipicio de la nada donde el
desinterés le había sumergido.
Todos
los caminos andados le condujeron hasta allí; las flechas indicadoras, los
gepeeses , los mapas y las autopistas, los caminos rurales, las grandes
aspiraciones, el despilfarro, las sugestiones, los llamativos anuncios, los
intereses, retos, religiones, extorsiones y especulaciones.
Todo
indicaba una buena retribución, el logro máximo para satisfacer la vida, el
completo bienestar, el equilibrio, el relax intelectual, la mejor mejora para
mejorar su estancia en este paraíso terrenal, superando el remordimiento,
racionando las dosis de melancolía, subyugado hasta los límites por el amor
hacia sí mismo, eliminando cualquier interferencia que pudiese profanar el
concepto de la existencia que había elegido. Todo era perfecto, todo rezumaba
plenitud y prosperidad.
Todos
los esfuerzos de su vida estuvieron dedicados en alcanzar la cumbre, ascender a
la cima del éxito, coronarla, colocar la bandera de la conquista, poseer todo
cuanto ambicionase sin reparar en daños colaterales, cargándose cualquier
medida, aplastando a todo aquel que interfiriese en su camino, convirtiendo en
su enemigo a su propio yo, manifestado en impotencia para superar obstáculos.
Y si,
lo había conseguido. Llego a la cima y desde allí pudo contemplar el resto de
adversarios envidiándole, admirando su dominio. Fue el ídolo de los
empresarios, el ejemplo vivo de los esfuerzos humanos, el líder, el maestro, el
superhombre de los negocios.
Desde
lo más alto que pudo alcanzar contemplaba orgulloso el ejército de hormigas,
los vasallos, los infra hombres que pululaban como moscas en un pastel de
mierda del que no conseguían levantar sus alas; los peones escaqueando razones, los
inconformistas reventando proyectos, los miserables pregonando espíritus
ilusorios, los predicadores prometiendo cielos, los malversadores de
conciencias, políticos cómplices, sicarios, redentores...todos sometidos, todos
extorsionados. Todo ese ejército estaba bajo sus órdenes, todos colaboraron a
conseguir su fin, pero el fin justifica
los medios y él había conseguido ese fin, los medios fueron necesarios.
Allí,
en lo más alto, resumiendo el límite, no podía ascender más. No existía montaña
más alta, no sin dejar el suelo que pisaba y eso suponía, invadir el espacio,
pero para que eso fuese posible debería renunciar a todo lo conseguido.
Allí,
en lo más alto, retando a las nubes, suplicando alguna cosa más, algo que
intuía algo inmaterial que no lograba asir con sus manos ni comprar en mercado
alguno.
Desesperado,
allí, en lo más alto, reconoció su impotencia para sondear en los abismos de la
nada, por vez primera admitió su derrota...tanto esfuerzo, tanto poder y
desconocía el pleno para no caer en el vacío.
El
vacio era descomunal, nada donde agarrarse, ninguna base sólida. En el compacto
de ese vacío vislumbro el vórtice del abismo y se dejó arrastrar como una pluma
sin pájaro, como una cometa sin hilo, como un fardo sin alma. Y cayó, cayó y
fue cayendo, hasta chocar con la materia inerte, hasta destrozar su cuerpo en
un inicio. Allí, a los pies de la montaña, en el suburbio de la vida, entre
peones y chusma, entre vómitos y sangre, reptando por el suelo, buscando una
razón sin imagen, un sentido sin razón alguna, una montaña sin cima.
En el vacío....
1 comentario:
Buenísimo, Genetticca...
Besos
Ana
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