Vengo
de muy lejos; distancias inmedibles,
dimensiones incalculables, espacios siderales oscuros y remotos.
Soy materia
portadora de conciencia, minúsculo ser engendrado en el universo, encarnado en
la sustancia fortalecido por el espíritu.
Tengo
la sensación de haber sido antes, de proceder de alguna consciencia superior,
de haber estado sumergida en un coma profundo sujeto a la verdad que todo lo
sabe, al conocimiento que todo lo mueve, a la eternidad que todo lo contiene.
En
alguna neurona permanece archivada una existencia remota que cada vez con más frecuencia
deja entrever signos y huellas evidentes de sustancias afines al mundo de la no
existencia.
Obligada
a vivir, por la fuerza que impulsa la propia vida, carezco de inmunidad que me
exima de todos los males. Soy, por lo tanto, una materia expuesta a cualquier
defecto, atacada por infinitas plagas,
desprotegida de mi misma por invasiones ajenas a mi naturaleza.
Allí,
en lo interminable, en los sucesos astrales donde se originan todos los procesos,
donde ningún humano podrá alterar el devenir del génesis ni especular con las
materias. Allí, donde el inicio no es el resultado exacto de ningún
conocimiento científico ni dios un recurso para las explotaciones materiales.
Tal vez
la respuesta sea la eterna pregunta que me obliga a crecer en la creencia de
que soy algo más que una encarnación destinada al sustento de la especie.
Uno a
uno, en la unidad, dependiendo categóricamente del resto. Aglutinados en la
misma composición, destinados al mismo fin, articulando el mecanismo de la
continuación para poder ser redimidos de alguna tara inicial, de algún fallo en
la composición de nuestro complicado sistema equitativo.
Tengo
la certeza de no pertenecerme, de ser la huésped de un cuerpo en demanda constante
de energía, un cuerpo depredador de sí mismo, incoherente con la razón, sin
razón alguna para seguir continuándose, reproducirse hasta el infinito
consintiendo las repeticiones sujetas a
una evolución sin causa, desperdigándose en el tiempo de las cosas
inservibles, las lógicas sin matemáticas, la persistente manía de querer ser
para poseer.
Una
existencia dedicada a investigar mi consistencia robótica, mi necesidad vital,
con un comportamiento carroñero, alimentándome de existencias ajenas, germinada
en la matriz de una estrella que posiblemente dejó de existir, pero aun vive en
mí.
Cada
vez soy más exigente con mis auténticas pertenencias, ese pequeño almacén de
recopilaciones donde guardo las existencias remotas que me hacer preservar lo
que genuinamente me pertenece.
Hoy es
un hermoso domingo, .luminoso día de un año que incrementa
el tiempo de los otros. Vivo alimentándome de belleza, recurso insaciable que me permite amar todo cuanto me
rodea.
Todo
comienza acabando.
Ningún fin el fin es eterno.
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