AMANECER EN IBIZA |
Cuerpo
a cuerpo ante el espejo, no existe error, lo que veo es lo que soy,
aparentemente, una imagen sin retoques ni alteraciones.
Esa soy
yo.
Mejor
dicho, lo que veo de mi y lo que ven los otros.
Efectúo
movimientos observando cómo encajan y desencajan mis huesos en sus articulaciones,
como se contorsiona mi musculatura.
No me
agrado físicamente. Me disgusta esa visión, esa forma imperfecta y opaca
incapaz de retener el tiempo y la erosión.
Puedo
alterar esa imagen cambiándome el disfraz, puedo ser una imitación grotesca o el símil de cualquier cosa. Puedo maquillar mi
rostro, teñir mi pelo.
Pero
sigo siendo yo.
IBIZA |
Hago
estallar el espejo convirtiéndolo en mil pedazos, y sigo reflejándome en cada
fracción, descompuesta, dividida, seccionados mis miembros, troceada.
Porciones
de mí se extienden por el suelo formando un mosaico. Con gran precaución recojo
los pedazos y me entretengo en encajarlos como un puzle.
Cada
pedazo ocupa el lugar que le corresponde, evitando las astillas cortantes, que,
imposibles de encajar, van dejando pequeños espacios vacíos, confiriendo una
curiosa segmentación a la imagen, ya de por si seccionada.
El
puzle queda débilmente restaurado después de encolar todos los pedazos en el
soporte de madera que sostenía el espejo.
Ahí
estoy de nuevo, sigo siendo yo.
A mi
nueva imagen le han surgido algunas alteraciones incompletas y deformes, soy un
todo de múltiples imágenes recompuestas, con surcos, donde el espacio ausente
de astillas interrumpe la continuidad alterada.
He conseguido mutar la materia, poseo el poder
de alterar, modificar, destruir, recomponer cualquier forma física manejable.
Pero sigo siendo yo.
IBIZA |
Mi
curiosidad va en aumento cuando descubro que los pedazos de mi cuerpo seccionados
han adquirido cierta gracia con la cirugía practicada.
Mi rostro
ha perdido el equilibrio y se altera por el lado izquierdo con una débil brecha
que junta mi ojo con mi nariz, mi boca muestra un rictus con aire de sarcasmo,
casi me sonrío, sin estar yo sonriendo en mi imagen natural.
Y acabo
agradándome en ese estado, compuesto por pedazos de mi misma.
Ese
rompecabezas que soy yo, recompuesto centenares de veces, con esquirlas
perdidas entre el tiempo y los sucesos, esos surcos imposibles de llenar con
nada que no sea lo que he desechado por inútil e inservible.
Esa
metamorfosis sucesiva, alimentada con desechos y reformas, con piedras
preciosas y escarmientos múltiples.
Una
imagen, una apariencia, un lapsus en el tiempo de los mortales, un simple
reflejo apenas perceptible en el universo.
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