Creo que uno de los oficios más difíciles por
su complejidad es el de ángel de la guarda.
Andar
todo el tiempo detrás de una persona para evitar cualquier daño posible debe
ser agotador, porque a la mínima que se despista ocurre un incidente.
Existen,
creo firmemente que existen y no sé si
son empleados de lo divino, lo ancestral, del universo o si tienen que ver con
alguna religión que se apropia de la patente; la cuestión es que cada uno de
nosotros tiene un ser inmaterial,
invisible protector que nos salva, la mayoría de las veces sin saberlo, de los males
que nos acechan constantemente.
Claro
que en mi opinión, actualmente gran cantidad de ellos están en el paro,
algunos, los residentes en los países constantemente en guerra, están en huelga
indefinida. Otros, los más activos, permanecen al lado de los niños, personitas
que precisan de ellos incluso
para dormir y evitar los malos sueños. Un ángel alado puede desplazarse a una velocidad superior que la nuestra y
detectar vibraciones negativas en el aire, es por eso que a veces actúan como
presentimiento y nos situamos en una posición de alerta.
Pero en
contrapartida también existen los ángeles malos, llamados ordinariamente
demonios. Andan ambos en constante tira y afloja, por obtener el dominio de las
situaciones. Los demonios ejercen soberana influencia sobre los vulnerables
empleados, que muchas veces amparados en la buena fe, bajan la guardia y se
desentienden de su tarea.
Es
entonces cuando los demonios aprovechan la situación y entran de lleno en
escena. Ganan terreno en los accidentes, sobre todo de avión, donde parece ser
que los ángeles se acomodan en las nubes. También en las grandes catástrofes,
donde la mano imperativa del hombre hace chapuzas en vez de progresos.
Imprescindibles en las políticas, donde el don del ángel puede ser una maniobra que ejerce el demonio cuando
se le disfraza de bueno.
Ciertos
ángeles, desertores de su verdadera razón, forman alianza con los demonios y
actúan ambiguamente en sus tareas. Son ángeles de los nuevos tiempos, que
contaminados con tanta ideología fantasma se han deformado y envilecido y andan
entre dos sentidos sin distinguir ni el orden ni el caos.
Hay que
entablar conversaciones en voz baja con nuestro ángel personal, susurrarle
quedito lo mucho que nos agrada su compañía, la seguridad que concede a
nuestras frágiles vidas.
Cuando
escuchamos la voz del silencio, con esa magnificencia que nos transporta a
alguna parte de la estratosfera y nos sentimos fuera de órbita, estamos siendo
transportados por un ángel, subyugados por su fortaleza, sometidos sin
disciplina a su naturaleza etérea.
Existen
personas que por su elevado potencial económico han decidido prescindir del
ángel convencional, en su lugar tiene algunos a los que nombran guardaespaldas,
sujetos armados hasta los dientes capaces de dominar al mismísimo diablo.
Gravitando
en el vertedero residual cósmico, flotando junto con los desechos de la NASA y
la URSS, satélites artificiales y otros escombros de origen desconocido,
vacilan desnutridos y despreciados un sinfín de ángeles cuyas alas fueron
amputadas por la corrosión y el tiempo, por la gravidez aposentada en los
espíritus. Despechados y vencidos solo esperan la reconversión para
reencarnarse en demonios y prevalecer entre los humanos como vencedores
absolutos.
Yo, por
si acaso, le he hecho un seguro de vida
al mío, con estos tiempos de crisis igual se larga a un paraíso fiscal.
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