Nos quejamos y no sin
razón. Nos quejamos y nuestros lamentos no llegan más allá de ser
manifestaciones de enojo que solo sirven para exteriorizar un estado
de cabreo que se ahoga en la propia manifestación, sin profundizar
en el origen ni en la solución.
Me incluyo en esa maratón
de inconformistas que se revelan contra un sistema que cada vez
oprime con más fuerza, pero al que exigimos que el círculo opresivo
tenga cada vez mayores prestaciones.
Todo problema,dicen, tiene
solución, la cuestión está en ver si la solución demanda
sacrificios que estamos dispuestos a llevar a cabo, porque ese
sacrificio incurre en contra de nuestros intereses.
A todos nos parece mal que
cada vez sean más frecuentes las perforaciones submarinas en busca
de petroleo, que se invadan las profundidades selladas incluso a la
luz para extraer de las entrañas de la oscuridad ese néctar espeso
y negro que hace las delicias de nuestras demandas.
El petróleo vive
sumergido en las entrañas de nuestro planeta, esté o no esté
cubierto de agua. Exigimos y demandamos. Pero nadie esta dispuesto a
prescindir de las comodidades que proporciona el oro negro, ni a las
energías con que se mueven gran parte de nuestros motores ni a las
sustancias químicas con que se elaboran miles de productos.
Nadie quiere renunciar a
su coche, ni a las ventajas del plástico, ni a los viajes de avión
ni a su yate.
Lubricantes y aceites,
ceras y parafinas son utilizados para congelados;también como
materia prima para confeccionar velas, fósforos papel, vaselina,
fármacos,etc.
Con el cloruro de
ponivinilo (PVC), por su alta resistencia a la abrasión y a los
productos químicos, se confeccionan manteles y cortinas para baño,
muebles, alambres y cables eléctricos, productos para riego,
juntas,techado,botellas...
Pinturas,
barnices,disolventes, fertilizantes, insecticidas,cauchos
artificiales, poliester y muchos más.
Decidme. ¿Estamos
dispuestos a prescindir de todo eso en favor de la naturaleza y del
medio ambiente? ¿No son mayores cada vez nuestras exigencias?
Derrochamos y no
reciclamos adecuadamente. Todo se acaba convirtiendo en desecho que
se acumula en grandes montañas de basura, que seguramente, con otros
cuantos millones de años y después de la extinción de nuestra
especie y de las especies restantes ,acabe siendo otra vez petroleo;
sustancia derivada de la putrefacción y extinción de restos que
habitaron en este desierto planeta.
Es muy duro enfrentarse a
la realidad y casi todos prefieren obviarla. Es muy cómodo esgrimir
la bandera de inconformista, de anti sistema y de revolucionario,
beneficiándose y exigiendo, evitando todo contagio moral y sin la
consciencia del porque ocurren las cosas.
No, no estoy para nada a
favor de que se sigan haciendo agujeros negros en nuestra superficie,
agujeros de los que se extrae la energía que necesitamos y que a su
vez engullen todo un sistema de productos y esencias naturales. Me
pregunto si el petróleo no será también un producto natural,
puesto que está incubado en las entrañas de la naturaleza., si no será la sangre de la tierra y nosotros los vampiros.
No estoy de acuerdo, digo,
pero analizo el origen de mi desacuerdo y me muerdo las uñas y me
estiro de los pelos, para vaciar expresiones de rabia, expresiones
generadas por la clarividencia de los hechos, a los que me resigno
como todo hijo de la madre que nos pario. La naturaleza.
Y es que la naturaleza más
natural es exprimirnos los sesos con todo cuanto ocurre y el porque
ocurre.
Así pues, si quiero
seguir disfrutando de todos estos beneficios deberé resignarme a que
se sigan abriendo brechas en la tierra y en el mar ; incomodas
perforaciones que se llevan por delante vegetación y peces, animales
y ecosistemas. Y pronto a la raza humana con nuestro consentimiento.
Puedo optar también por
revelarme y ser fiel a mi conciencia, defender mis quejas con la
práctica, dejando al margen todos los productos derivados y ceñirme
al primitivismo.
Se puede.
Es una misión que parece
imposible, pero se puede. Lo adverso de esa misión es que ya no se
encuentran alternativas al cambio, todo está contaminado con la
sustancia petrolífera, poco queda, por no decir casi nada.
La solución sería el
sueño terminal al que recurrimos muchos cuando estamos hartos de
todo, asfixiados y reducidos al minimalismo del ser.
Largarnos a una isla
desierta, sin que nada nos contamine el cuerpo ni la mente. Lo malo
de esta solución es la desintoxicación del veneno adosado a nuestra
piel y a nuestra mente, costras químicas difíciles de despegar,
vestimenta plastificada ocultando un esqueleto que pugna por
desnudarse y volver a su carne original.
La isla desierta existe,
es la parte más posible del sueño.
Pero...si todos nos
largamos a una isla desierta acabaremos superpoblándola y
posiblemente escarbemos el suelo buscando recursos sostenibles.
Esto no tiene arreglo.
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