DIEGO RIVERA |
El agua cae sin prisa sobre un paisaje gris lleno de
cosas y casos; cosas existentes que desencadenan casos; inseparable
aleación de entre lo inerte y lo vivo.
Las cosas son todo lo que existe, sea irreal,
concreto o abstracto. Generalizadas, constituyen un amasijo común,
carente de personalidad. Separadas, las cosas, reciben cada una de
ellas, un nombre propio que las identifica.
Las cosas son cuerpos inanimados que proporcionan lo necesario a los seres animados que las
crean, modifican y comparten; aunque a causa del desorden de las
cosas, unos seres acaparan mucho y otros carecen de todo.
A la lluvia le trae sin cuidado donde cae. Las nubes,
arrastradas por el viento, se desplazan soltando su lastre, liberando
su masa corpórea sobre casos y cosas.
Las nubes obedecen sistemas climatológicos, se
forman por leyes naturales, esas leyes se muestran generosas en
algunas latitudes, en otras, las mismas leyes, oprimen los casos,
haciendo que las cosas prescindibles carezcan de valor ante la
necesidad vital de las cosas nutritivas.
La causa; una sed insaciable; una sequía que obliga
a los seres animados a desanimarse, padeciendo esa escasez
líquida que cuartea la tierra y agrieta la piel de sus moradores
pegándose a los huesos, como si quisiera apagar su sed con la propia
sangre.
Las cosas animadas reciben esa riqueza líquida que
hace sostenibles las cosas y los casos. El cielo se esconde tras las
nubes, y el sol se impacienta por absorberlas de nuevo.
Lo animado se mueve bajo la lluvia con actividad
frenética. A resguardo permanece fragilidad del tiempo. La tierra
absorbe el agua y ésta, desciende hasta el subsuelo en ríos
oscuros, ocultos a la luz.
En su trayecto alimenta raíces y semillas,
arrastrando remotos tiempos en su misma trayectoria, entumeciendo los
viejos cimientos de la humanidad.
Las cosas se suceden con la monotonía de lo
cotidiano. En algunos casos renacen ideas nuevas, que construyen
nuevas cosas para mejorar lo caducado.
A pesar del tiempo transcurrido, de tantos millones
de años acumulados, la rutina de la lluvia siempre parece nueva;
las nubes coagulan el tiempo una y otra vez, dejándose vencer
por la sobrecarga vaporosa, liviana y efímera.
Los casos se intercambian, mudan, transmutan, suceden
y desaparecen. Los casos son la temporalidad de lo animado. En esa
temporalidad permanecen inscritos los destinos y las acciones.
En los casos se debate el valor de las cosas. Se
revalorizan los sistemas y se destruyen y construyen proyectos. Las
cosas suceden según los conceptos y son accionadas por los
accionistas animados, contribuyendo a que lo inanimado adquiera
calidad de imperecedero, finalidad que solo garantiza el presente,
pues ni casos ni cosas son eternos en su contexto, tal y como
lo conocemos.
Las cosas adquieren una importancia relevante cuando
contribuyen a mejorar los casos vitales de los seres animados; nada
es cualquier cosa, cuando hace referencia a los derechos humanos.
Ningún animado puede prescindir de las cosas más esenciales, porque
son las que le permiten seguir con vida.
Cosas y casos construyen el arquetipo del universo,
unión inseparable que se sustenta con la acción continua de la
creación, movimiento que obliga a las cosas a permanecer unidas a
los casos, sin posibilidad de divorcio.
La lluvia sigue cayendo, mientras respiro pasivamente
esa mezcla de oxigeno y vapor. Me distraigo con ese pájaro en la
rama del árbol, ese arroyo que se va llenando, la nube que pronto
dejará de ser, el verde intenso que desprende aroma....
Observo, más que miro, esa calma invernal que lo
reposa todo, esas cosas que viven mi tiempo, esos casos que comparto,
el intermedio en la tarea, el ejercicio que respiro. Y nada me parece
feo, todo rezuma belleza, todo posee el encanto de las cosas vivas,
aun cuando inanimadas, porque todo está en mí, siendo causa y
efecto de un mismo caso y un mismo origen.
2 comentarios:
Me pareció estar viendo y sintiendo esa naturaleza que describes tan bien, el fluir de las cosas, de la vida...
Besos
Es un placer leerte, Genetticca, siempre es un placer leer cosas como el último parágrafo. Algún dia te pediré que me dejes copiar algo...
Creo que esto ya lo he dicho muchas veces, tantas como tu te has ofrecido para que me las lleve...
Una abraçada, amiga.
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