martes, 11 de febrero de 2014

NOCTURNO






DENIS NUNEZ RODRIGUEZ-COLOMBIA-ÓLEO





Por la ventana abierta entra la noche clara de otoño. No es posible dormir. Poseída por uno de esos frágiles y escasos momentos donde la vida se simplifica alcanzando su más elevada grandiosidad, su más intrínseco sentir. Dejo que mi pequeña materia se transforme en un apacible estado de completa disolución con el momento.
 La poesía muda de las sensaciones, imposible de transcribir, imposible transcender  ese momento sagrado para descifrarlo, sometiéndolo a examen, divagando en porqués, intentando hallar una explicación científica a ese algo surgido de la nada resumiendo un todo.
Fugitiva de mi misma, dispersa en la emociones, vibrando entre las cosas bellas, o con las cosas que hago bellas, aspirando la noche con sus olores, esencias húmedas destilándose en mis horas, esas horas que nada significan en la valoración de un tiempo comúnmente compartido con las horas que ya se fueron y las que aún están por llegar.
Poseo el potencial de verlo todo bello, también la impotencia de hacer que todo sea bello.
La noche está sosegada, serena, por la ventana abierta veo la parcela  de  cielo negro, de un azul azabache donde un cuarto menguante se sabe cuarto creciente, donde las estrellas brillan, algunas quizás ya muertas y me hablan de muchas cosas, de tiempos en los que  yo no participaba y sin embargo ellas ya me sabían.
En el jardín rumorean los insectos subyugados por las esencias vivas; una gota de rocío cae al suelo y se deja tragar por la tierra. Las oscuras sombras de los pinos reciben los embates de la brisa, reverenciando al silencio con humilde ostentosidad.


DIANA RODRIGUES-COLOMBIA-´OLEO

Alargo la mano intentando recoger algo invisible, algo incorpóreo que flora a mí alrededor   envolviéndome  en una consistente sensación de placer. Quisiera retenerlo, apresarlo, guardarlo en algún cajón de la mente...que tonta, mi mano no puede apresar aquello que ya forma parte de mi currículo de experiencias fuertes, esas que generan endorfinas  y que se desprenden al más mínimo recuerdo.
La luna sigue en su sitio, mientras la tierra la desplaza; el efecto  se invierte y unas estrellas ceden paso a las otras, el mapa estelar dibuja espacios donde las naves nunca llegan, si acaso los sueños evaporados de la realidad, esos sueños de permanencia en lo infinito, esos sueños de vivir eternamente, aunque solo sea para seguir siendo testigos de la belleza.

VENTURA GONZALEZ-CUBA-ÓLEO

En esta noche de invierno un cometa muere, después de su trayectoria cósmica; resto de alguna incipiente vida, fin de alguna misión, rastro que no resiste la gravedad y perece en su atracción.
No hay ventana, si la hay; quiero evadirme en ella, volver... ¿Ha donde volver? ¿Acaso me he ido?
No hay respuesta. Allí está la luna, decidida a permanecer, rastreando el universo sin moverse del sitio, aceptando mi mirada porque la hace bella.
Paz honda sosiego. ¿Por qué no puede ser siempre así?
El camino que lleva a casa carece de indicaciones, perdida como estoy en este laberinto humano me aferro a lo etéreo, esperando la sublevación  de la carne, la levitación de los cuerpos hasta alcanzar la sabiduría, un desenlace galáctico que cambie el rumbo del planeta.
Cesar en este viaje acercándome peligrosamente al centro de la galaxia, dejarme tragar por la oscura boca hambrienta de materia, y en un vómito del tiempo, resurgir como una supernova, iniciando de nuevo la tarea de vivir, pero sin oxigeno ni gravedad, siendo eterna testigo de la belleza cósmica.

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