IBIZA |
Una va y viene de casa en
casa, dejando espacios llenos de respiraciones , rastros apenas
perceptibles que se fundirán con la ocupación de nuevos rastros.
Ser inquilino es como ser
viajero, no echar raíces en un mismo lugar, no ser dueño de ámbito
alguno, ocupar y desocupar acarreando enseres, renovando las energías
en cada cambio, estimulando la imaginación, removiendo las ideas,
completando ciclos.
Nunca he sido dueña de
casa alguna, bueno si indirectamente, de la casa de mis padres,
mi lugar de infancia, mi primer territorio, mi primer pueblo, mi
recién llegada a la casa del mundo, con una vida recién estrenada y
una mente sin contaminar.
Mi padre falleció dejando
la casa vacía de su presencia, llena de sus recuerdos, ocupada por
sus descendientes que la malvendieron para poder seguir
sobreviviendo. Desde entonce mis asentamientos han sido innumerables,
bien por el traslado a otros pueblos o ciudades, por necesidad de
cambio o por finalizar el contrato no renovable.
No ser dueño de nada
tiene sus ventajas, no obliga a la permanencia ni causan cansancio
las mismas dimensiones, los mismos espacios, los cachivaches y las
tramoyas con sus mismos decorados.
No arraigarse a una
ubicación determinada renueva los mecanismos de la improvisación,
modifica los estados de permanencia generando un sinfín de
posibilidades migratorias que siempre tienen como resultado la
regeneración.
AYER-FLORES DE CASA |
No ser dueño de nada,
tiene también sus pequeñas, digo pequeñas porque a mi me lo
parecen, desventajas.
Entre ellas quizás la más grave es la de pagar un alquiler de por vida sin llegar a ser
dueño de nada. Pero si se tiene en cuenta que en definitiva siendo
dueño o siendo inquilino uno no puede llevarse nada cuando
desaparece de toda materia, entonces la igualdad es evidente.
Claro que están las
sucesiones y aquellos que heredan propiedades ya consumadas y sin más
coste que las debidas contribuciones y tasas, pues esos si son afortunados, lo hijos de la suerte, los verdaderos agraciados con la
lotería providencial.
Se suceden los unos a los
otros invirtiendo sus esfuerzos en nuevas propiedades, ampliando sus
dominios para fortalecer a sus nuevos descendientes, que a su vez
continúan con la tradición familiar creando verdaderos imperios y
acumulando fortunas incalculables.
Es decir. Del esfuerzo de
una generación se benefician sus siguientes generaciones.
Ser inquilino es un
despropósito accidental ocasionado por un propósito inicial que no
llego a materializarse.
Sea como sea, los unos y
los otros, vivimos emparentados por el mutuo acuerdo de sostener la
empresa.
Cuando el inquilino decide
ser propietario, siembra , y sus raíces se extienden por las
baldosas emparrándose por las paredes, llegando hasta los cimientos
donde se riegan con el sudor de su frente, sudor que mantiene húmedas
las entrañas de ese fruto que rendirá prósperos beneficios a sus
descendientes. Convierte en perpetuo el trámite iniciado.
CAMPO DE IBIZA |
Desalojar un espacio para
alojarse en otro es una existencia nómada en el asfalto,
un no querer ser de un mismo sitio porque los sitios no se mueven,
hay que moverse en ellos.
Ser de ningún sitio en
concreto es una meta sin límite, una inquietud que también se
hereda, una genética primitiva implantada en el subconsciente que
difícilmente se puede desvalijar.
Inquilina yo, hoy me
siento simple, identificada en este escrito inspirado en un cambio.
Un nuevo cambio de domicilio, esta vez por la venta de la propiedad.
En esta casa he pasado seis años, rodeada de pinos y animales, a
pocos metros del mar y en plena naturaleza.
Dejo mis flores sembradas,
mis momentos de felicidad esparcidos por el suelo, mis tristezas
guardadas en un pozo sin fondo de donde sale el agua que me ha
bañado, la nube que lo lleno, el silencio de la nube que nunca me
reveló su origen.
Ocuparé un nuevo espacio,
también verde. Mis animales me acompañaran. Sembraré nuevas
flores que necesitarán mis cuidados, ambas nos proporcionaremos
felicidad.
El sudor de mi frente se
verterá en el esfuerzo por mantener ese espacio, aunque nunca será
de mi propiedad, solo yo me pertenezco y añadida a mi, el
emocionante camino de innumerables cambios, de fructíferas
experiencias que enriquecerán mi única pertenencia. Mi vida.
Soy inquilina permanente.
Mis acuerdos con la naturaleza no me permiten excederme más allá de
lo que me pertenece por ley de vida, mis antecesores no supieron o no
quisieron, o no pudieron dejarme herencia tan lucrativa. Soy
inquilina, pues, por naturaleza, en este globo terráqueo en que que
todos somos inquilinos y que nadie heredará, porque no habrán
herederos.
IBIZA |
3 comentarios:
Porqué no he podido entenderte?
Porque siento que quieres irte a otro lugar?
Acaso no es maravilloso este cielo, este mar, tus pinturas y tu gente? Y estas flores?..
Acaso no merece todo esto tu presencia?
La mayoria de cosas se quedan, y seguramente lo hacen por ti.
No, no puede ser, seguro que es otra cosa, Genetticca, Esta vez, y quizás otras no he logrado entender...
Un petó.
Josep
No me marcho de Ibiza, solo es que la casa donde vivo es de alquiler y se ha vendido. Así que tengo que irme a otra, que por cierto ya la tengo,el día 15 me traslado. Está también en el campo y tengo unas vistas maravillosas, además puedo llevarme a todos mis animales.
Es una ventaja eso de ser inquilina,nunca te cansa el sitio, siempre renuevas energías .
Un abrazo estimulas el
Eres una Reina libre,amiga mia...
Me alegro ver tu nueva casa!!!
Ari
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