viernes, 19 de septiembre de 2014

DESNATURALIZACIÓN








Es un duro golpe para la naturaleza esgrimir la indiferencia hacia todas sus manifestaciones. Desafiarla, equivale a potenciar el dolor y la incertidumbre, adoptando una actitud de insalubridad que desvalija el cuerpo de sus herencias primarias, exponiéndolo a merced de mutaciones que repercuten en todo el sistema inmunologico.
Cada vez son mayores las represalias, cada vez mayor la frecuencia con que asistimos al desmantelamiento de la naturalidad para ser robots impulsados por las mismas ambiciones, dejando las neuronas colgadas en un espacio en blanco donde se imprimen códigos ajenos a nuestra personalidad, alterando nuestro carácter, invadiendo nuestro intelecto, calcinando cualquier síntoma de espontaneidad que pueda sintonizar con el verdadero sentido de la vida.
El contagio por desidia se produce cuando invadidos por el miedo, esperamos un rescate que nada tiene que ver con lo que tememos; intoxicado el cuerpo por un sistema opresivo y exigente, entregamos nuestra mente al servicio de cualquier solución que nos alivie de tan desquiciado martirio.
Nuestra identidad individual se desintegra y se mezcla como un grano de arena en un desierto árido donde solo los vientos cambian la posición de las dunas, siendo estás siempre las mismas a merced de los caprichos del viento.



Un rebaño de cuerpos desnaturalizados que solo ven el camino que más conviene al pastor; una masa compacta conducida al matadero sin opción ni recurso humano que la salve de su destino.
La capacidad de adaptarse a un sistema dopado con la ambición es resolutiva. Fácil decisión que se premia con la simplicidad de una vida sin demasiados complejos ni actitudes personales que destaquen de lo establecido.
La naturaleza incita a dejarse llevar con la exigencia de ser libres para disfrutarla. No señala caminos, los insinúa, despeja el espacio por donde transitamos,llenándolo solamente con nuestra voluntad para reconocer sus enormes gratitudes aceptarnos como somos con la posibilidad siempre de descubrirnos.
De todos los males que afectan a la humanidad el saqueo desmesurado de los recursos naturales, la contaminación del medio y la mutación genética con que manipulamos los alimentos son el mayor crimen que perpetramos contra nosotros mismos.
 


La insaciabilidad de unos y la necesidad de otros contribuye al desequilibrio racional de la naturaleza, convirtiendo el planeta en un caos sin identidad.
Es difícil respetarse a uno mismo si uno no es dueño de sus propios valores, si uno no se reconoce animal racional con la capacidad de domarse,sin valorar el espacio que habita como la mayor riqueza para su sustento.
Cuesta encontrar un rincón desinfectado, un camino sin latas ni plásticos, una porción de oxigeno descontaminado, un cielo sin motores, un rio sin espuma...
Proliferan las enfermedades desconocidas; lo antinatural muestra sus desagradables síntomas de manera perceptible...no encontramos defensa, y las nuestras, las que recibimos por herencia materna, están tan adulteradas que han perdido el juicio y se dejan manipular por los fármacos como solución antinatural, siguiendo un tratamiento adecuado a los tiempos desnaturalizados.
Todo cuanto comemos esta infectado por toxinas, y en el mismo alimento se incluyen los paliativos para impedir su toxicidad.
Los animales son engordados en tiempo récord, alimentados en espacios cerrados, encasillados en en jaulas que les impide la movilidad para evitar un desgaste de energías. Sacrificados en cadena, sin respeto al dolor ni al estrés. La carne contiene más pesticidas y fungicidas que proteínas y todo esto es digerido por el humano, que evacua en la naturaleza el fertilizante desnaturalizado.
Congelados y enlatados filtran sus conservantes en los intestinos, circulan por la sangre, se depositan en nuestros órganos, se acumulan en nuestras neuronas y contribuyen a ese paranoico enloquecimiento institucional donde la naturaleza pierde su calidad y se convierte en una espectadora impotente y desvirtuada.
Los vegetales tampoco se salvan de la infección.



Mundo de insanos y descerebrados que han perdido el control sobre sus propias vidas ,achacando el problema a un desborde de superpoblación.
Padecemos porque desconocemos, ignoramos porque nos acomodamos, mientras envejecemos sin haber apreciado un ápice de todo lo que nos fue regalado.
La capacidad de destrucción del ser humano es equiparable a su capacidad de creación. Destruir no precisa esfuerzo, construir requiere un esfuerzo continuo de integración con la naturaleza, un reconocimiento a la vida en todas sus ventajas e incomodidades, una concienciación personal no invadida por elementos nocivos que atentan contra la propia vida.






1 comentario:

maria candel dijo...

Es muy cierto, Gene, destruir es mucho más fácil que construir,de eso en este país hemos vivido bastante...
Un fuerte abrazo, amiga