jueves, 3 de abril de 2014

MICROORGANISMOS AEROBIOS





Existe un desencanto global que afecta principalmente a la sensibilidad. Una enfermedad del alma que disminuye las defensas que estimulan las ganas de vivir, de amar, de crear.
La humanidad envejece sin haber sido joven. Se aceleran los mecanismos que destruyen el ambiente, creando una especie de resistencia ficticia que cada vez se infecta más con las malas costumbres y los experimentos para soportar de manera sintética la falta de oxigeno.
Cada ser, individualmente, soporta como puede la asfixia,cada unidad cerebral ordena a sus neuronas resistencia y tolerancia para descongestionar en lo posible el caos mental que nos involucra en una locura colectiva.
No existe espacio en el alma, ni percepción en el cuerpo para pensar en nadie más, aparte de uno mismo. No tenemos tiempo ni espacio para remediar el dolor descomunal que afecta a la otra mitad de la humanidad que sobrevive sin voluntad ni fuerzas para averiguar el porque de su mala suerte, el porque de sus destinos carentes de todo.
Estamos globalmente enfermos, nos contagiamos unos a otros a través de la respiración. 
Hemos contaminado con nuestras ambiciones hasta el mismo aire que respiramos.
Ese aire que transita de un espacio a otro arrastrando nubes y sembrando campos, afecta de manera directa a todos y cada uno de nosotros, diseminando muertes y proyectando sumisión, desencadenando conflictos y reduciendo el sistema inmune que sostiene la naturaleza.
Cada vez es mayor el desinterés por todo, cada vez nos afecta menos la discapacidad del alma que se ha visto obligada a ser un elemento combustible sin otra misión que la de pasar desapercibida, debido a su invisibilidad.



Nuestras creencias se sostienen a base de doctrinas cada vez más opresivas, cada vez más reaccionarias, sujetas todas ellas a un pacto de fe que nos sustenta bajo la protección de dioses prefabricados con materiales de construcción y derribo, todos ellos también invisibles, pero contundentes en sus leyes, obsesivos en sus reformas, criminales en sus castigos.
No hay espacio en nuestras vidas para pensar en la vida de otros. Amamos con prisas y pactando tiempos y medidas que comercializan el amor con fines interesados. Destruimos, conscientes de la mala herencia que dejaremos a nuestros descendientes, aquellos que heredaran incluso ese aire contaminado, exterminio total de semillas y buenas voluntades.
Hemos tomado decisiones nefastas que nos afectan en grandes proporciones, decisiones indisolubles al tiempo y el espacio, porque las reafirmamos en cada obstáculo que interfiere en nuestros intereses, en nuestras ambiciones, en esa inagotable sed de poder y tener que resume la existencia en una lucha constante donde todo acaba en extinción y muerte.
Estamos incapacitados para pensar por nosotros mismos, a fuerza de dejar que se piense y se decida por nosotros. Hemos dejado en manos ajenas nuestras vida confiados en las buenas intenciones de aquellos que gobiernan en nuestros hogares, en nuestras mentes, que invaden nuestro espacio más intimo despojándolo de toda personalidad, de todo rastro que delate un perfil autónomo e insumiso.
Ellos nos llevaran por su camino sin demasiado esfuerzo, porque somos el rebaño del pastor que hemos elegido y aunque sabemos de antemano que acabaremos en el matadero nos importa un bledo, porque nos adaptamos conformes a sus mandatos dictatoriales y a sus leyes discriminatorias.
Todo contribuye a que cada vez pensemos menos, que estemos sumergidos en la vacuidad de un tiempo que nada vale, porque es un tiempo perdido entre los escombros de una sociedad cada vez más robotizada, más desprovista de medios en defensa propia, más impregnada de sofisma
y desnaturalizada, más logísticamente torturada por los mismos medios que pretenden sumirnos en una sociedad avanzada y moderna.





El ser humano, pese a sus adelantos tecnológicos, pese a sus descubrimientos científicos, pese a sus creencias en otros espacios y su insistencia en reencarnarse, para ser otra vez simio, no comparte esos avances ni entiende su verdadera potencialidad, sigue siendo un obstáculo para si mismo, empeñado en impedirse como ser libre y pensante, reducido a una medida que no parece crecer, ni tener interés por dejar atrás el canibalismo y dejar de ser un depredador de si mismo.
Avanzamos, claro que avanzamos y en esos avances coexisten con sus contradicciones, cada paso positivo tiene su carga de negativo, de nosotros depende ver en cada situación el dominio de lo uno y de lo otro.



La esperanza nos mueve a esperar....¿Esperar que?
Quizás a que sean los mismo que nos dictan los que nos devuelvan la naturalidad, el reconocimiento, la igualdad, la inteligencia, la libertad, la paz...
Cosa necia, porque actuarían en contra de sus intereses tan lucrativos ,de sus objetivos globales tan mal intencionados.
Tal vez sea cierto que tenemos lo que nos merecemos, que seamos suicidas voluntarios, conscientes de nuestro propio crimen, que aceptemos nuestra existencia sobrecargada de materia antes que dar un paso hacia la realidad, hacia la consciencia de no ser nada, sin ser los otros, esos otros a quienes les ha tocado la parte mala del conocimiento humano, a quienes les ha tocado ser el experimento de laboratorio donde nacen los descubrimientos que solo benefician a una parte de la humanidad. Sin ellos, sin esos conejillos de indias, nosotros no podríamos disfrutar de tanta abundancia y tanta prosperidad.




No hay comentarios: