Les he visto en la
televisión, con sus atuendos de camuflaje, sus cascos a juego y sus
botas de duro cuero. Cargados con un arsenal de muerte, arma en mano,
visera trasparente, rostro incógnito y mirada hacia nadie, esperando
una orden para sembrar el miedo, el pánico, el desorden caótico que
contradice el orden natural.
Cargan contra quienes no
piensan como ellos, contra todo movimiento ajeno a sus ideologías.
Son empleados de guerra,
adiestrados para el combate, desposeídos de su identidad como
individuos sociales, preparados para no sentir, no ceder, no
desertar.
Tras ellos un ejercito de
ejecutivos que nunca dan la cara ni arriesgan el cuerpo, un ejercito
de campeones en luchas tras la puerta cerrada, donde se ejecutan las
ordenes y se conceden licencias para aniquilar.
Ellos visten como buitres, impecables trajes negros, con anudadas corbatas y semblante osco y
resumido. Muestran cierta apatía, cierta falta de interés por todo
aquello que no se resuma en cifras, estadísticas, fuerza y poder.
Cuesta creer que alguna
vez fueron niños, que mamaron de un seno y ensuciaron pañales, que
lloraron y sufrieron por objetivos imposibles o un dolor de barriga.
Cuesta creer que sintieran
amor por sus padres, que acariciasen con ternura el cuerpo de una
esposa, que llorasen ante el parto de un hijo.
Uno se pregunta cuando y
como se volvieron impermeables a la sensibilidad, cuando cambiaron el
cuerpo por una coraza, cuando dejaron de ser humanos para atacar a
los de su misma especie convirtiéndolos en esclavos.
Los humanos luchan por sus
ideales, combaten por derechos que acaban torcidos, doblegándose
siempre hacia la ley del más fuerte.
El más fuerte lo es
por su capacidad de medios e infraestructuras para llevar a cabo los
objetivos planificados. Aquel que active la bomba atómica será el
más fuerte, porque acabara con todos los ideales incluyendo a los
cuerpos que los contenían.
Es un ejemplo
bastante duro, difícil de digerir, pero en realidad es así como
funcionan las cosas en este planeta de necios.
Un soldado es un
humano al servicio de su país, de sus gentes y de sus objetivos. Su
trabajo consiste en luchar para defenderlo de sus agresores, de
aquellos que invaden sus fronteras, de quienes pretenden robar un
pedazo de tierra que está inscrito en el mapa de propiedades.
Un soldado es un
humano adiestrado para matar, para torturar, para acabar con todo ser
viviente que interfiera en sus pertenencias,sean de la cualidad y
calidad que sean.
Es un trabajo como
cualquier otro, remunerado y con sus pagas extras. Para ser un
soldado no hace falta una carrera universitaria, ni un examen previo
sobre la historia de la humanidad, ni un exagerado amor a la patria.
Tampoco se precisa un currículo sobre experiencias anteriores que
avalen aptitudes para aniquilar. No se precisan dotes de súper
hombre, ni un especial sentido de la responsabilidad. Un soldado no
nace, lo hacen.
Cuesta creer que
aquel que mata pueda expresar amor hacía algo o alguien; cuesta
creer que aquel que arrebata una vida pueda fecundar otra y dotarla
de amor.
Cuando una madre
trae un ser a la vida abre su cuerpo al amor, se desposee de si misma
e inicia su carrera como progenitora,cuidadora, inculcadora de todas
las virtudes humanas, educadora hasta donde sabe. No creo, estoy
segura, de que ninguna madre desea que su hijo sea soldado, que
renuncie a todo lo enseñado, a todo lo recibido, para dar su vida a
cambio de un amor patriótico que solo le servirá como sepultura. No
creo que ninguna madre, en su instinto más profundo, desee que su
hijo acabe con otras vidas sembrando el dolor a otras madres. Eso es
lo que yo quiero creer, como madre, pero es posible que también
hayan madres soldado, nefasta herencia humana.
Cada día
presenciamos crímenes obscenos, cometidos con total impunidad. Cada
día se nos muestran cuerpos desgarrados, anémicos, hambrunos,
despojados de toda su dignidad, expuestos al canibalismo racional que
presume de cultura y civismo. Es ya una costumbre a la que nos hemos
acostumbrado, una imagen diaria que nos cansa y nos obliga a cambiar
de canal por aburrimiento.
Es ya un hecho
cotidiano la suma de estadísticas que nos revelan las muertes a
larga distancia, que por distancia no nos afectan. Es un hecho
consumado que por consumo exigimos, que nos atañe y nos afecta, pero
al que cerramos el cuerpo a la sensibilidad, convirtiéndonos en
soldados indirectos, cómplices de todos los crímenes perpetrados
con autorización.
La razón cede su
puesto a lo absurdo, así defendemos una tierra que se pertenece a si
misma, un planeta al que maltratamos y agredimos constantemente,
sembrándolo de minas anti personas, rodándole sus pertenencias
,quemando sus áreas, contaminando sus mares y sus cielos.
Por matar, matamos
todo aquello que nos sustenta, arrebatando el derecho a la vida de
nuestros semejantes, condenándoles a ser seres inferiores, mostrando
indiferencia hacia todas sus calamidades.
Algún día,tal vez.
Las fuerzas del mal se vuelvan contra nosotros, nos degraden hacia un
estado inferior por un capricho de los buitres de traje negro y
corbatas anudadas.
Algún día, tal
vez, necesitemos ser todos soldados, desprovistos de todo sentimiento
humano,defendiendo pertenencias que nada tienen que ver con nuestra
propia vida. Quien nos acogerá?
1 comentario:
Esta gente nace para esto, nada más. Su infancia no creo que sea de amor, ni de amor con su pareja, ni casi nada de todo esto. Pero no son solo ellos; sus jefes son iguales, con la única diferencia que ellos dan ordenes, buenas o malas, esto es igual, mientras dentro de la orden este la palabra pegar, detención como sea, y muerte si interesa. Y si se equivocan demasiado con poner la mejor medalla que exista en el pecho del soldado camuflado con un horrendo traje, y luego mantenerse en el mismo trono pues de coña.
Una abraçada.
Publicar un comentario