Victor Rodriguez |
En su piel las arrugas, escondían los rasguños del
tiempo, que otrora fueron traviesos juegos de plenitud.
En su cuero curtido se escondían los trinos de aves
pasajeras que migraron a climas más cálidos.
Era en su piel, donde yacían las sombras, entre
vericuetos de tiempo resumido. Su piel no se arrepentía, no borraba
las huellas de la adolescencia, ni los rastros del clímax enarbolado
en las noches.
Entre pliegue y pliegue, las sustancias
formaron estratos primarios, donde la vida guardaba episodios
géstales. Fue en su epidermis, donde lenguas de sabia
rastrearon caminos, para llegar al pecado mas cometido desde el Edén
al desguace.
A flor de piel resurgían cadáveres no enterrados,
retozos de sucesos, fórmulas magistrales, suburbios trasnochados,
remiendos, esencias...
Victor Rodriguez |
Flacidez que gemía en la tersura del miedo,
recobrando episodios desmembrados, imágenes claudicadas, señuelos
macerados en estrategias comunes.
Con la piel en carne viva las heridas se apaciguaron,
cicatrices que pernoctan en un trazo sin retorno; manta del cuerpo,
sensor del alma, curtimiento al sol que recubre carne; carne que
se resguarda del viento caníbal.
Se dejó la piel en escalofríos verdes, brotes
frágiles de esperanza, temblores secos, emanaciones
superfluas, grotescos anacronismos, funambulescas representaciones,
coitos fraudulentos que cohabitan con los diamantes que jamás vieron
la luz.
Todo en su piel es sarcasmo, flujos y reflujos que se
resisten a dejar el cuero que los sustenta; ironías latentes en
espacios caducados, resguardados en colágenos, sebos y otras
sustancias.
Fue cuestión de piel, elegir a los resucitados.
Receptora de bienes y fracasos, despedazadora cruel, sensible
caparazón ocultando trastiendas orgánicas, donde se funde el oro
con la carne.
Piel marcada con el fierro candente de la inmoralidad
oculta. Transmisión de poderes confinados a un cuerpo irresoluto;
desprotegida faz que afronta el tiempo temible de la putrefacción y
la nada.
Mudó la piel siendo lagarta, espécimen que afronta
los cambios inesperados protegiendo su especie de posibles
exterminios.
Fue piel de gallina, de cebolla, de cordero,
elefante; terruño fértil, secano hambriento. Fue barbecho a la
espera, fértil oasis, cemento. Mantequilla derretida, seda, fuego,
fría escarcha, acequia. Veda de caza, noria que gira, retal, cuero
cabelludo, cuero depilado. Fue sed y hambre, descamación,
regeneración, escarmiento...putrefacción.
Fue su piel el receptor más grande, la referencia
clave, el principio del fin la percepción, la esquela.
Victor Rodriguez |
En su piel, las arrugas, escondían los rasguños del tiempo, que otrora fueron traviesos juegos de plenitud.
El tiempo se queda prendido en la memoria de la piel.
Nada escapa a su tacto sutil, nada muere en la acción del tiempo.
1 comentario:
Muy intenso!!
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