ALVARO SIQUEIROS |
Cuando la queja se
convierte en costumbre uno se acaba quejando de todo. Lo curioso del
caso es que la mayoría de los quejantes no suelen hacer nada para
solucionar el motivo de la queja.
Razones hay, infinitas,
para lamentarse; desde que uno se levanta hasta que se acuesta
transcurre un tiempo repleto de contratiempos, de sucesos en los que
directa o indirectamente uno se ve implicado. Vivir a contraqueja no
es posible, todas vienen con su indicación bien formulada, con su
lote de insatisfacción bien especificada.
Las cosas no salen como
uno quiere, y como somos muchos, todos queremos una manera y un modo
particular de que sucedan; coincidimos, opinamos, decidimos,
participamos...pero en el resultado final siempre queda la queja.
Uno se levanta con dolor
de huesos y empieza el día quejándose del colchón, de la edad, del
estrés, del ruido. De todo cuanto le parece digno de queja. Si uno
está sano y no padece enfermedad alguna, lo más probable es que
este entumecido y que todo se resuelva con una ducha y la acción. Si
uno es un anciano tiene motivos de sobras para quejarse, el desgaste
del tiempo se ceba con el cuerpo y la mejor solución es cambiar la
queja por resignación.
El resto del día propicia
el ánimo a seguir quejándose. Acabo de levantarme y ya estoy
cansado; no se que ponerme; ir a la escuela es un suplicio; estoy
hasta los huevos del trabajo; el tránsito está imposible; el aire
está irrespirable no se que hacer para comer; todo está carísimo;
la vida es un asco...
ALVARO SIQUEIROS |
Uno no se queja en voz
alta casi nunca, las quejas son silencios que se quejan por no poder
expresarse y gritar a voces que uno esta infectado de inconformidad
congénita y no sabe o no quiere o no puede hallar el elixir que lo
cura todo.
Personalmente opino que
son más los que se quejan por lo que les sobra, que aquellos que,
justificadamente,se quejan por lo que les falta.
Aunque racionalizando y
con un buen ejercicio de reflexión uno se da cuenta de que la
mayoría de las quejas son por vicio, por un empacho de bienestar
que satura y aburre.
Se quejan más las
personas de los países desarrollados y bien alimentados,que aquellas
cuyo destino les ha condenado a ser el defecto y lacra de un planeta
que se queja de la nefasta repartición de los bienes que tan
generosamente prodiga, y que, de manera egoísta son acaparados por
un sector que se califica a si mismo como primer mundo.
Hay un indecente sistema
que organiza las quejas de tal manera, que algunas pueden ser oídas
y evaluadas, incluso existen lugares donde ser expuestas. Aunque la
realidad demuestra que pasan a engrosar la hemeroteca del auditorio
de sordos que tienen por costumbre y norma eso. Hacer oídos sordos .
Quejarse por todo es un
síntoma de insatisfacción, las más de las veces justificado. Y es
que esperamos que las quejas sean resueltas por otros a quienes hemos
encomendado la tarea de que se nos escuche, el encargo de aplacar y
solucionar, aunque sea con balas, cañones o bombas, el origen de la
queja.
ALVARO SIQUEIROS |
Una queja puede ser
catalogada de desproporcionada, también de inútil. Puede pasar a la
otra vida después de entablar una lucha incesante con esta, sin
haber resuelto nada, fenece con el exponente.
Quejarse por quejarse es
un defecto de gente imperfecta que espera ser perfecta insistiendo en
su queja; nunca desiste, nunca alcanza la perfección.
Cuando uno, después de un
apacible sueño en una cama confortable, bajo un techo a resguardo de
la intemperie,abre los ojos y comprueba que sigue vivo, a pesar de
los achaques. Cuando entra en la ducha y resuelve su higiene con agua
caliente o fría y su armario lleno de ropa le ofrece un look
variado. Uno debe sonreír.
Cuando abre el frigorífico
y no sabe porque desayuno optar, ante un escaparate tan repleto de
sugerencias, con tanto aporte vitamínico y tanta energía
precintada.
Con un estomago saciado y
un perfil más que apto para la exhibición mundana, camino del
trabajo de la escuela o del paseo...uno debe dar gracias.
Tres comidas al día, más
los extras de entre horas. Salir de compras, vacaciones, amistades,
diversión.
Uno debe agradecer tanto
confort, tanta facilidad, tanto ajetreo mundano, tanta riqueza.
Cueste lo que cueste, uno debe estar agradecido.
Pero nadie regala nada,
cada uno contribuye a ese esfuerzo, con quejas, muchas quejas,porque
nadie se lo pone fácil, porque todo cuesta el desmesurado esfuerzo
de contribuir a la causa social para poder darse el gustazo de ser un
ciudadano del primer mundo, cuando la queja con mayor justificación
y lógica debería estar enfocada a que todo el planeta fuese un
primer mundo.
Las quejas deben estar
dirigidas hacia causas injustas y contrarias a las leyes de la
naturaleza humana. Una simple queja puede ser desencadenante de un
enfado que va creciendo hasta tener el volumen de una guerra, que
puede ser interior o mundial.
Quejarse de lo mal que lo
hacen unos para que otros vivan peor, tiene su justificación en base
a lo que uno hace por uno mismo sin pensar en los demás, sin reparar
en la escasez de miras que impide ver la desproporción que existe
entre una queja justa y una queja injusta.
El silencio de los más
aplaca en cierto modo la queja de aquellos que les silencian. En este
disparatado mundo donde toda injusticia está justificada por razones
de prioridades y derechos. Ninguna razón justifica la mordaza ni los
grilletes. Algún día la humanidad entera se unirá en una única
queja, lamentando el estado en que habrá dejado el planeta. Nadie
escuchará
ALVARO SIQUEIROS |